
Este podría ser el titular de cualquier periódico actual, el problema es que también forman parte de esos asesinos que han acabado con la cultura y con nuestra identidad como individuos libres y autónomos.
La cultura ha sido transformada en basta mercancía sin vida al alcance de todo el que desee participar del macabro festín. Las obras de arte dejan de estar en manos de los artistas para ser depositadas en los stands de las grandes superficies, preparadas para satisfacer a la masa. Pero el poder de la industria cultural no se ha quedado aquí, ha pasado de producir mensajes y productos culturales en serie, a crear personas estandarizadas. Aquí es donde entra la red como herramienta de socialización, jugando un gran papel en la transformación de las personas en productos, aunque pueda parecer todo lo contrario.
Cuando una persona entra en la red para socializarse con otra gente, debe crear una identidad compuesta por un nick, un perfil, una imagen, etc. Es decir, se está transformando en un producto: con su etiqueta, su marca y su logo. Estas personas se convierten en productos puestos a la venta en un mundo virtual en el que todos entran a comprar y a venderse, y yo me pregunto ¿qué es esto si no otro tipo de industria cultural? Quizá deberíamos llamarlo de otro modo, como industria humana o más bien “industria deshumanizadora” que consigue convertirnos a todos en un mismo ser insípido y muerto, en lo que respecta a inquietudes.
Sin ser conscientes, estamos contribuyendo al beneficio económico de unos cuantos, los creadores de las páginas web más visitadas o de comunidades virtuales como tuenti o faceboock. Somos marionetas al antojo de un poder que ni si quiera sabemos si es real, porque ¿quién conoce el nombre de los creadores de tuenti? Supongo que no mucha gente.
El lugar al que quiero llegar, es que recurrimos a la red creyendo que podemos escapar del control de los medios porque se pueden colgar mil fotos, comentarios y opiniones que pueden retar a la integridad de la industria, pero en realidad no hacemos más que alimentar su propio ego. Hay que tener claro que si algún día les molestan nuestros contenidos, acabarán con ellos, igual que han hecho con nuestra mente. Nos hacen pensar que Internet nos ha emancipado de su control, pero no es más que otro motor que pone en marcha el círculo vicioso que deben mantener para que sus carteras no pierdan ni un euro más.
Las entidades que tienen el control, amoldan a las personas según sus intereses y sus razones (que son sin dudarlo económicas), esto lo consiguen a través del consumo, y para cuando la gente se da cuenta, ya son un producto más, preparado para consumir. Las personas se han convertido, como la cultura, en una herramienta del capitalismo y de la sociedad de consumo.
Si damos un breve paseo por la red en busca de páginas con contenido antisistema, antiglobalización y demás, podremos encontrar mucha información. Se trata de grupos sociales que se sirven de la red para hacer llegar sus mensajes a una porción mínima de la población-mercancía, no ocurre nada cuando estas páginas sólo son un mero espacio donde desahogarse, pero cuando sus contenidos empiezan a cobrar vida y se convierten en algo más grande que puede atacar y devolverse de las manipulaciones de los medios de comunicación, la censura resucita de las páginas en blanco y negro de hace décadas y vuelve a la vida con el fin de acabar con los producto defectuosos. Por tanto, los medios juegan un gran papel en la represión de determinadas subculturas.
Quizá la única forma de volver a ser personas, lejos del control de los medios y de los intereses de la industria cultural, sea convirtiéndonos en ermitaños, y seguro que aún así estaríamos jugando a su juego.
1 comentario:
Respecto al comentario de que nos combertimos en proucto cuando adoptamos un perfil y unas características en una red de socialización, cabe destacar que TODO hoy en día es un producto. Pienso y no encuentro ningún elemnto que lance a perder esta teoría, y es que hoy en día hasta la observación de un paisaje o un paseo por el campo de una ciudad lejana o no tan lejana se ha convertido un producto. Mucha publicidad intenta convencernos hoy en día de que vayamos a un lugar determinado de viaje por sus paisajes, su naturaleza, sus recursos, su belleza, sus calles... todo se ha convertido en producto. En las decadas anteriores no era de este modo, la gente viajaba sólo porque le apetecía ir a pasar el dia con la familia o con los amigos a un lugar que había visto en fotos o conocía a un amigo que ya había estado allí y no quería ser menos. TODO hoy en día es un producto del que alguien espera algún tipo de beneficio. TODO en esta vida tiene un precio.
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