
Puede sonar raro, pero aunque sea de la generación de Internet y de las nuevas tecnologías, no sigo la moda de sentarse en frente del ordenador y esperar a que me "visite" la inspiración para poder llegar a escribir algo más o menos decente. Simplemente, porque mi cerebro a día de hoy ha sido incapaz de asociar inspiración con pantalla o teclado.
Y si, ya sé que escribir en Word o en cualquier formato de esas características te aporta una serie de ventajas que el escribir a mano no te permite. Pero personalmente, me decanto por el método de antaño basado en el folio en blanco, el bolígrafo y el dar rienda suelta a la imaginación. Me da igual que mi hoja acabe llena de tachones, o que sólo valgan dos malditas frases de la lluvia de ideas que haya podido escribir. Al fin y al cabo será el punto de partida, que finalizará desarrollándose o dándole forma en el Word.
Dicho esto, queda claro que formo parte de esa minoría que en sus mochilas, bolsos o carpetas tienen siempre un apartado repleto de hojas en blanco esperando aquello que muchos califican de inspiración.