Sin duda alguna, la tecnología ha sido, es y seguirá siendo uno de los más destacados aliados para que la industria cultural consiga su objetivo. Bajo mi punto de vista, estas “maquinas culturales” están transformando la vida cultural debido a su poder de manipulación y modificación de la percepción de una determinada realidad.
Hemos llegado a un punto donde todo vale para ganar más euros que el vecino. Así que, como casi todo ya está inventado, han visto en “la cultura sms” creada por los ciudadanos de a pie, a la perfecta aliada para convertirla en mercancía.
Dicha mercancía se traduce en libros y diccionarios específicos en los que podemos ver reflejados cómo escribir un sin fin de palabras ahorrando el máximo número de letras posibles y el significado de éstas.
La verdad, es que pensándolo fríamente, es el negocio perfecto, ya que se aprovechan de las pobres mentes de la mayoría de la sociedad de unos 40 y tantos “increcendo”, haciéndoles creer que si no saben de la existencia de ese nuevo lenguaje, están desfasados, y lo que es más importante, la comunicación con los jóvenes se verá gravemente alterada.
Esto último, es la estrategia publicitaria o de marketing que llevan a cabo para comunicar la existencia de dichos libros y diccionarios, despertando así el interés de miles de padres desesperados que no entienden a sus hijos cuando por ejemplo, les escriben una nota en la nevera, y presos de la cotidianidad de su subconsciente acaban redactando: “vlvre tard a ksa”, en vez de volveré tarde a casa.
La paradoja está, en que una vez que entran en el mundillo del lenguaje sin vocales, le cogen el gusto, y acaban pidiéndole consejo a sus hijos de cómo escribir un sms lo más corto posible.
Así que, visto lo visto, al listo o la lista, que un día se levantó inspirado/a y pensó en el lenguaje sms como el perfecto aliado para la sociedad un tanto vaga de hoy en día, le ha salido una jugada redonda.
Lo que empezó como un juego, el capitalismo lo ha convertido en producto poniendo en peligro el desarrollo de nuestra propia lengua. Sólo hay que comparar cómo se escribía hace 20 años, y cómo se hace ahora.
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